Riesgos y oportunidades en un mundo complejo y amenazado
Antes de Descartes, Galileo o Newton, y quizás después de Aristóteles, Parménides o Arquímedes, la comprensión del mundo residía en tratar de indagar la mente de Dios. Era una misión peligrosa, pues orillaba la soberbia y atraía el recelo de los sacerdotes encargados de custodiar los dogmas y monopolizar el acceso a la verdad. Pero la revolución científica que encarnan los tres primeros nombrados, nacida de la Ilustración, desató algunos nudos, abriendo las puertas a la esperanza de tratar de encajar el universo en una panoplia de funciones sencillas basadas en la linealidad y la causalidad: toda acción implica un efecto y viene precedida por una causa. La separación progresiva de razón y dogma generó entonces la pretensión de un conocimiento libre de ataduras por el que transitar. Desde aquel mismo momento en que la ciencia tomó asiento para formar parte de la cultura social, la percepción de las personas instruidas comenzó a incorporar los elementos de una racionalidad que incluía el escepticismo crítico. Eso aconteció, por dar una fecha, en torno al siglo XVI, pero el avance científico no se detuvo en las expectativas de aquellos tiempos pioneros, como tampoco en las de la explosión del conocimiento que caracterizó el XX.
Sin
embargo, con ser fecundo para la física mecánica y la química, el reduccionismo
inherente a los principios del método científico sugerido por René Descartes
mostró pronto algunas carencias que dificultaban el progreso de la biología. La
comprensión de lo vivo no se acomodaba del todo a la disección y el análisis fragmentador
propuesto por el pensador francés, quizás porque, en sí misma, la vida es una
propiedad emergente ligada al viejo aserto de raíces aristotélicas que sostiene
que el todo es más que la suma de las partes. Como sostiene la teoría celular
que cimentaron Theodor Schwann, Jakob Schleiden y Rudolf Virchow, y remató
Santiago Ramón y Cajal, la unidad mínima de vida reside en la célula y solo de
ahí para arriba se puede hablar de organismos. La jerarquía en el orden es ley.
Por
ello, en la primera mitad del siglo pasado, el biólogo teórico Ludwig von Bertalanffy
trató de buscar una nueva forma de orientarse en los turbulentos mares de la
complejidad gracias
a la brújula de su teoría general de sistemas[4]. A
su estela proliferó una pléyade de pensadores que fueron construyendo una red
con la que buscaban atrapar la escurridiza contradicción entre el orden y el
caos[5].
La metodología propia del enfoque
sistémico expresa una forma de acercarse a la realidad por el lado opuesto al
análisis reduccionista. Pretende mirarla usando un hipotético instrumento
complementario al microscopio: el “macroscopio” que permitiera contemplarla
dando primacía a las interacciones entre los elementos más que a ellos mismos[6]. Un
sistema es, simplemente, un conjunto de elementos en interacción, y la
sistémica pone el interés precisamente en esa interacción.
Mientras tanto, la certidumbre, ligada
al determinismo que alguna vez había pretendido alcanzar Laplace con aquel
diablillo para el que nada sería incierto, era herida de muerte y fue enterrada
definitivamente por Heisenberg y su principio de indeterminación. Se
desmoronaba así un edificio al que terminó de poner la lápida el matemático y
financiero Nassim Taleb con su turbadora teoría de los Cisnes Negros y su
reflexión sobre la desmesura de unos escasos sucesos impredecibles que, según
el pensador libanés, “explican casi todo lo concerniente a nuestro mundo”[7].
Ya en la década de los sesenta del siglo
pasado, el meteorólogo Edward Lorenz se había encontrado de frente con el caos matemático
al tratar de construir modelos explicativos para el movimiento convectivo del
aire calentado, abriendo con ello la puerta a una nueva dimensión en la
investigación científica. No es banal que esto aconteciera precisamente en el
seno de una disciplina ocupada en la interpretación de la atmósfera.
El panorama al que se enfrenta el
conocimiento en estos albores del siglo XXI resulta bastante más turbio que aquel
que soñaron los pioneros de la revolución científica, de manera que muchos
científicos consideran hoy que para comprender el mundo, la vida y la sociedad
no nos basta ya con las viejas leyes de la física[8]. Enfrentar
el conocimiento en la actualidad exige incorporar patrones interpretativos que
sean capaces de lidiar tanto con lo sistémico y lo complejo como con la dificultad
de la impredecibilidad y el caos.
Pero orientar adecuadamente la nave del
conocimiento para que resulte útil en su papel de formuladora de propuestas destinadas
a solucionar los problemas humanos también requiere dotarnos de nuevos marcos
mentales[9]
con los que encuadrar las decisiones a tomar y las actuaciones a realizar,
tanto de forma individual como colectivamente. Lo complejo debe sustituir a lo
simple, recordándonos el viejo aserto de que los problemas complejos no
encuentran solución en soluciones simplistas.
Lamentablemente, todo esto provoca
notables tempestades en muchos ámbitos, tanto personales como sociales, derivando
a menudo en una desestabilización mal resuelta que se expresa en la aberrante
proliferación de una “postverdad” ya incorporada al léxico habitual que los
negacionistas ingenuos y los interesados promueven con tanto oportunismo como gravedad.
Una postverdad enfangadora que excede con creces el lícito espacio de la libertad
de expresión al dificultar la distinción entre realidad y ficción, como han denunciado,
entre otros, los filósofos Enrique Herreras y Marina García Granero[10].
La aplicación de la dinámica de
sistemas a la interpretación del mundo, brillantemente inaugurada por el equipo
de Donella Meadows en su ya lejano y aún desatendido aviso sobre los límites al
crecimiento[11],
la progresiva comprensión científica de la complejidad y el caos, o los avances
en la interpretación neurocientífica de la mente son territorios nuevos para la
exploración con el mejor sistema disponible para entender la realidad y que,
según el físico Jorge Wagensberg, se resume en la aplicación sensata de tan
solo tres principios: objetividad, inteligibilidad y dialéctica[12].
La concesión en 2021 del Premio Nobel
de Física a tres científicos por sus contribuciones respectivas a la
comprensión de los sistemas complejos fue un reconocimiento más de la
relevancia que tiene el abordaje de la complejidad en la actual percepción del
mundo. En un caso (el de Giorgio Parisi), el mérito residía en su trabajo sobre
la teoría de los sistemas físicos complejos. En los otros dos (los de Syukuro
Manabe y Klaus Hasselmann), el motivo fue la aportación seminal a la predicción
del cambio climático a partir de las emisiones industriales en una atmósfera
compleja[13].
También podemos interpretar los galardones como una advertencia sobre la
necesidad de revisar los paradigmas que sustentan cierta cosmovisión simplista
que, por la vía del deterioro del planeta, está llevando a nuestra sociedad
hacia el precipicio.
En la misma línea, la aplicación de la
teoría de sistemas permitió recientemente a un amplio equipo de científicos, coordinados
desde el Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo, explorar las
posibles trayectorias futuras del sistema climático de la Tierra. Partieron,
para ello, de la reconstrucción de la singladura terrestre por el Cuaternario
Tardío, caracterizada por un comportamiento cíclico entre dos estados límite:
glacial e interglacial. Sus conclusiones alertan sobre la proximidad actual a
una bifurcación de caminos potenciales que, de no adoptar medidas inmediatas de
gestión deliberada de nuestra actuación en relación con el Sistema Tierra (básicamente
a través de una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto
invernadero, pero no solo), supondría entrar en “unas condiciones climáticas
más cálidas y una biosfera profundamente diferente” a la que ha conocido toda
la historia de nuestra estirpe homínida[14]. No es
insignificante el aviso. La incertidumbre sobre el umbral de la bifurcación es advertida,
pero el análisis apunta al incremento de 2ºC de temperatura por encima de la
preindustrial (por tanto, dentro de los objetivos de temperatura del Acuerdo de
Paris, que no se están cumpliendo). Baste decir que en julio de 2023 hemos
constatado ya un aumento de 1,5ºC. Los científicos consideran que superar aquel
umbral significa penetrar en un nuevo territorio caracterizado por el riesgo elevado
de que una cascada de retroalimentaciones (procesos cibernéticos en forma de
bucle en los que se generan efectos retroactivos generalmente no lineales) saquen
a la Tierra de la trayectoria estabilizada que ha venido manteniendo a lo largo
del Cuaternario Tardío para empujarla de forma irreversible a una vía que los
científicos denominan como “Tierra de invernadero” (“Hothouse Earth”), cuyos
impactos sobre las sociedades humanas serían “masivos, a veces abruptos e
indudablemente disruptivos”.
[1] Monod,
J. (1970). Le hasard et la néccessité.
Seuil. París. (Trad. cast: El azar y la
necesidad. Tusquets. Barcelona. 1981)
[2] Schrödinger,
E. (1944). What is Life? The Physical Aspect of the Living Cell. (Hay
traducción: ¿Qué es la vida? Tusquets. 1983).
[3] Crick,
F. (1970). Central Dogma of Molecular Biology. Nature 227; 561-563.
[4]
Bertalanffy, L. (1968). General Systems
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(Trad. cast: Teoría general de los
sistemas. Fondo de Cultura Económica. México. 1976)
[5] Gleick,
J. (1987). Chaos. Making a New Science. Viking Penguin. New York. (Trad. cast:
Caos. La creación de una ciencia.
Seix Barral. 1998)
[6] Rosnay,
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globale. Seuil. París. (Trad. cast: El
Macroscopio: Hacia una visión global. AC. Madrid. 1977)
[7] Taleb,
N.N. (2007). The Black Swan: The Impact of the Highly
Improbable. Random House and Penguin Books. New York. (Trad. cast: El Cisne Negro. El impacto de lo altament
improbable. Planeta. Barcelona. 2008).
[8] Kauffman, S.A.
(2019). Kauffman, S. 2019. World Beyond Physics. The Emergence &
Evolution of Life. Oxford University Press. Oxford. (Trad. cast: Más
allá de las leyes físicas. El largo camino desde la materia hasta la vida.
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[9] Lakoff,
G. (2004). Don't Think of an Elephant: Know Your Values and Frame the Debate.
Chelsea Green Publishing. White River Junction, Vermont. (Trad. cast: No
pienses en un elefante. Complutense. Madrid. 2006).
[10] Herreras,
E. y García-Granero, M. 2020. Sobre verdad, mentira y posverdad. Elementos para
una filosofía de la información. Bajo palabra. Revista de filosofía 24:
157 – 176.
[11] Meadows,
D.H.; Meadows, D.L.; Randers, J. and Behrens, W.W. (1972). The Limits to
Growth: A report for the Club of Rome's Project on the Predicament of Mankind.
Universe Books. New York. (Trad. cast: Los límites del crecimiento: informe
al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad. Fondo de Cultura
Económica. México. 1972)
[12] Wagensberg.
J. (1998). Ideas para la imaginación
impura. Tusquets. Barcelona.
[13] https://www.nobelprize.org/prizes/physics/2021/summary/
[14] Steffen,
W.; Rockström, J.; Richardson, K.; Lenton, T.M.; Folke, C.; Liverman, D.;
Summerhayes, C.P.; Barnosky, A.D.; Cornell, S.E.; Crucifix, M.; et al. (2018). Trajectories
of the Earth System in the Anthropocene. Proc. Natl. Acad. Sci. USA, 115:
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[15]
Bermúdez de Castro, J.M. (2021). Dioses
y mendigos. La gran odisea de la evolución humana. Crítica. Barcelona.
[16] Pascual
Trillo, J.A. (2023). La cuarta cultura. Una apuesta real por la
sostenibilidad Ed. Popular. Madrid.
[17]
Cipolla, C.M. (1988). Allegro ma non troppo. Società editrice Il Mulino.
Bolonia. Trad. cast: Allegro ma non troppo. Crítica. Barcelona. 1991).