Enfermedad, muerte y lucha por la supervivencia en las vivencias personales de Charles Darwin
Iguanas marinas: especie endémica de las Islas Galápagos, el laboratorio evolutivo que inspiró a Darwin |
Mucha
gente identifica la teoría de evolución de Darwin con la idea de la
supervivencia del más apto. Algunos, incluso, relacionan al naturalista con la
ideología social de un capitalismo competitivo y descarnado que, de hecho, se
ha denominado “darwinismo social”. Sin embardo, nada de esto es cierto. Darwin
ni siquiera fue el inventor de la expresión “supervivencia del más apto”, que
corresponde a Herbert Spencer, el verdadero promotor del “darwinismo social”,
aunque la incluyó finalmente en las ediciones finales de su libro más
relevante. Tampoco es el término que recoja con exactitud la idea de selección
que bullía en la mente del naturalista inglés, por más que sí lo hiciera en
algunos de sus sucesores. Pero, a pesar de ello, la idea de la lucha por la existencia o la supervivencia del más apto sí pudo
afectar personalmente a Darwin en su vida a través de algunos hechos importantes
relacionados con su salud y la de sus hijos. El primero fue el fallecimiento,
con tan solo diez años de edad, de su hija Anne (“Annie”), una circunstancia terrible
que lo afectó de forma determinante, alcanzando incluso a su sensibilidad
religiosa, asunto en el que el naturalista, cuyo único título universitario lo
capacitaba para ejercer de clérigo, fue siempre muy reservado, tal y como expuso
su hijo Francis en un añadido particular a sus “Recuerdos de la vida cotidiana de mi padre”:
“En sus obras publicadas, mi padre se mostró
reticente en el tema de la religión, y lo que queda al respecto no fue escrito
con visos a ser publicado”[1].
Tres
motivos justificarían la reticencia, junto a la proverbial prudencia de Darwin.
Uno es el profundo respeto que siempre demostró ante las fuertes convicciones
religiosas de su esposa Emma, que claramente no compartía; otro, el saber que
su obra generaría un gran recelo en ámbitos religiosos, cuando no abierta
hostilidad; el tercero, que siempre contempló lo religioso como una cuestión
privada, como manifestó en su correspondencia personal.
En
todo caso, la muerte de su hija preferida (el matrimonio tuvo diez hijos) extinguió
la incierta creencia religiosa en un dios personal que pudiera conservar Darwin
de su juventud. Sobre la postura más impersonal del teísmo, Darwin exponía la
duda por criterio:
“Creo que en general (y más lo creo a medida
que mayor me hago), pero no siempre, agnóstico sería la descripción más
correcta de mi estado mental”.
Sin
embargo, una carta subastada en 2015 por la empresa Bonhams en Nueva York y fechada
el 24 de noviembre de 1880, dos años antes de la muerte de Darwin, ofrece mayor
claridad sobre el pensamiento religioso del naturalista:
“Siento tener que informarle de que no creo
en la Biblia como revelación divina y por lo tanto tampoco en Jesucristo como
hijo de Dios”[2].
La
carta era la respuesta a la solicitud que le había hecho un joven abogado
llamado Francis McDermott, quien le había pedido conocer su postura religiosa
antes de leer su libro, asegurándole que no haría pública su respuesta. En su
petición. Mc Demott le manifestaba:
"Para
poder disfrutar de sus libros, necesito saber que al final no perderé mi fe en
el Nuevo Testamento. El motivo de mi carta es, por lo tanto, pedirle que me
responda sí o no a la pregunta de si cree en el Nuevo Testamento".
La
sincera respuesta de Darwin contrasta con la escasa fe que demuestra el joven
abogado en sus propias creencias, aunque, en todo caso, Mc Dermott cumplió su
promesa y la contestación de Darwin permaneció sin revelar durante más de un
siglo.
La
muerte de la pequeña Anne a los diez años de edad y la de otros dos de sus diez
hijos con menos de dos años, tuvieron sin duda que enfrentar a Darwin de forma íntima
a la terrible idea de la lucha por la supervivencia, en un hombre que siempre
manifestó un gran cariño por sus hijos. Una lucha por la supervivencia que, sin
embargo, no presentaba las connotaciones de competitividad que portaba la
noción de Spencer.
El
otro asunto personal de Darwin relacionado con la supervivencia y la aptitud
tiene que ver con su propia salud, ya que durante toda su vida adulta padeció una
extraña enfermedad que tal vez pudo influir en sus cavilaciones sobre la
supervivencia individual y la lucha por la existencia. La frecuencia e
intensidad de su extraño padecimiento lo incapacitaba de una forma casi total durante
días, provocándole palpitaciones, vómitos, insomnio, fatiga y múltiples dolores
(aunque algunos biógrafos creen que Darwin también exageraba en ocasiones sus
dolencias a fin de que no lo molestaran).
Se
han ofrecido múltiples explicaciones para su enfermedad, desde la posibilidad
de que hubiera contraído la enfermedad de Chagas durante su viaje del Beagle[3] hasta una
supuesta intolerancia sistémica a la lactosa[4].
En 2017 un nuevo trabajo descartaba las opiniones anteriores y apuntaba hacia una
mutación patológica en el ADN mitocondrial[5].
De ser así, el problema genético procedería de la familia Wedgwood a la que
pertenecía su madre, nieta de Josiah Wedgwood, el célebre ceramista y
empresario, ya que al tratarse de ADN mitocondrial supone una herencia por vía exclusivamente
materna.
Pero
la propuesta de una enfermedad genética derivada del ADN mitocondrial no ha zanjado
definitivamente la cuestión, ya que en 2019 una nueva investigación publicada
por el Museo de Historia Natural de Roterdam apuntaba a la borreliosis o
enfermedad de Lyme, provocada por bacterias del género Borrelia y transmitida
por garrapatas[6], en cuyo
caso lo más probable es que hubiera sido adquirida por Darwin en sus
expediciones y cacerías de joven por su país natal y no durante el viaje del
Beagle.
La
enfermedad de Darwin sigue siendo, así, un enigma que atrae el interés de
muchos investigadores y que, en todo caso, debió ejercer una importante
influencia no solo en la calidad de vida del naturalista, sino también en su
pensamiento, en el que otro factor de riesgo, en este caso con respecto a su
descendencia, no dejó de preocuparle.
Las
consecuencias de la endogamia que representaba el matrimonio de Charles con su
prima Emma (ambos eran nietos de Josiah Wedgwood, en el caso de Charles a
través de su madre) fue ese otro motivo de inquietud por las posibles
consecuencias en su descendencia. De hecho, el citado estudio acerca del presunto
origen genético de los males de Darwin incluye información sobre el posible
efecto de la consanguineidad en los problemas de salud que afectaron a algunos
de los hijos de Charles y Emma.
Por
tanto, una extraña enfermedad incapacitante (que no evitó que engendrara diez
hijos, de los que le sobrevivirían siete), la muerte de tres de sus hijos en
edades infantiles y los posibles efectos de la endogamia en sus descendientes pudieron
ser otras tantas vivencias que aproximaron íntimamente a Darwin al concepto de supervivencia
del más apto. Sin embargo, en el planteamiento evolutivo de Darwin no solo pesaba
la idea de supervivencia de los más aptos en el sentido spenceriano de
competencia intensa, sino también los efectos de la cooperación y la
dependencia entre los individuos sobre la posibilidad de dejar descendencia y
superar la barrera de la selección natural, algo que a menudo fue relegado por muchos
biólogos evolutivos posteriores, empezando por su principal defensor, Thomas Huxley.
[1] Darwin,
F. and Darwin, Ch. (1929). Autobiography
of Charles Darwin. Thinker’s Library. London. [Basado en: The life and letters of Charles Darwin,
including an autobiographical chapter. John Murray. London. 1880.
https://www.gutenberg.org/files/2087/2087-h/2087-h.htm] (Hay traducción: Autobiografía. Charles Darwin. Belacqva.
Barcelona. 2006.)
[2] https://www.bonhams.com/press_release/19945/
[3] Adler S.
(1959). Darwin’s illness. Nature 184:
1102–1104.
[4]
Campbell, A.K. and Matthews, S.B. (2005). Darwin’s illness revealed. Postgraduate Medical Journal 81. 954:
248–251.
[5] Hayman,
J.; Álvarez, G.; Ceballos, F.C. and Berra, T.M. (2017). The illnesses of Charles
Darwin and his children: a lesson in consanguinity. Biological Journal of the Linnean Society XX: 1–11.
[6] Kompanje,
E.J.O. & Reumer, J.W.F. (2018). Did Darwin suffer from Lyme disease? Deinsea
18: 6 - 12 [2018]