El sistema de la comunidad
Ngorongoro. Tanzania |
Son los
sistemas así formados los que, desde el punto de vista del ecólogo, constituyen
las unidades básicas de la naturaleza en la faz de la tierra. Nuestros
prejuicios humanos naturales nos obligan a considerar a los organismos (en el
sentido del biólogo) como las partes más importantes de estos sistemas, pero
ciertamente los "factores" inorgánicos también son partes: no podría
haber sistemas sin ellos y hay constantes intercambios de los más variados
tipos dentro de cada sistema, no solo entre los organismos sino también entre
lo orgánico y lo inorgánico. Estos ecosistemas, como podemos llamarlos, son de
los más diversos tipos y tamaños. Forman una categoría de los sistemas físicos
multitudinarios del universo, que van desde el universo en su conjunto hasta el
átomo.
A.G.
Tansley. The use and abuse of vegetational concepts and terms.
Como
delata su nombre, la noción de ecosistema
esta algo más que emparentada con el concepto de sistema. Un ecosistema es un
sistema ecológico. El término se lo debemos a Arthur G. Tansley, un relevante
botánico londinense de ideas progresistas y con bastantes enemigos entre sus
colegas si hacemos caso a la carta que dirigió en 1918, en un estilo
inconfundiblemente británico, a su colega americano, Frederic E. Clements,
donde podemos leer: “He adquirido cierta
experiencia en el noble arte de hacer enemigos”. Tansley achacaba la
enemistad a sus ideas políticas marxistas, advirtiendo que “las fuerzas reaccionarias son aquí bastante
fuertes”, aunque, para consolarse, añade que “afortunadamente mi sustento no depende del favor de los reaccionarios
exaltados”.
En
aquel momento, Tansley era ya un prestigioso profesor de botánica en Cambridge.
Anteriormente había mostrado también interés por el psicoanálisis freudiano,
llegando a escribir en 1920 un libro titulado “La nueva psicología y su relación con la vida”[1].
Eso lo empujó a visitar Viena durante los años 1922 y 1923 con el fin de
trabajar con Sigmund Freud. Sin embargo, a pesar de las expectativas que el
padre del psicoanálisis había depositado en él, Tansley retornó a Inglaterra
para ocupar la Cátedra Sherardiana de botánica en Oxford. Su historial de defensa
de una psicología incipiente criticada por su escasa reputación como ciencia
seria estaría detrás, para algunos autores, de su formulación del ecosistema
como un concepto científico alejado de cualquier connotación especulativa[2]. En todo
caso, puesto a elegir entre el psicoanálisis y los vegetales -y con gran pesar
por parte de Freud-, Tansley terminó optando por los segundos.
En
1935 Tansley incluyó por primera vez el término “ecosistema” en un artículo. Es
el bautizo de un vocablo que le había sido sugerido por un joven biólogo de
Oxford llamado Arthur R. Clapham que llegará a ser presidente de la Sociedad Linneana
de Londres. Unos años antes, Tansley le había pedido que pensara un término
adecuado para calificar los componentes físicos y biológicos de un ambiente
considerado como unidad. Clapham le sugirió ese[3].
Tansley lo utiliza en un texto que redacta muy molesto y en respuesta a tres
artículos que un botánico sudafricano llamado John Phillips había publicado en Journal of Ecology, la revista de la
Sociedad Británica de Ecología que Tansley había contribuido a fundar.
Phillips
era un desconocido en la biología británica. Admirador de la filosofía
holística de Smuts, el político y militar sudafricano metido a filósofo y
seguidor de las ideas botánicas del norteamericano Clements, con quien Tansley
intercambiaba aquellas confidencias epistolares acerca de sus reaccionarios
colegas londinenses.
Los
artículos de Phillips versaban sobre las comunidades vegetales. El problema
residió en que el biólogo sudafricano mencionaba el nombre de Tansley como
apoyo a la línea de investigación de Clements, quien en aquel tiempo trabajaba
para el Instituto Carnegie de Washington. En el fondo, en la idea de Phillips,
un elogio. Entonces, ¿por qué molestó tanto a Tansley lo que pretendía ser un
reconocimiento halagador de su enorme prestigio como botánico?
Frederic
Edward Clements llevaba una vida investigadora bastante movida. Pasaba los
inviernos en Arizona o en California y los veranos en Colorado, aunque la mayor
parte de sus investigaciones las desarrolló en la Universidad de Minnesota. Sus
estudios sobre las grandes praderas norteamericanas lo llevaron a percibir las
formaciones vegetales como asociaciones de especies similares a superorganismos
que estuvieran sometidos a una constante transformación que los llevaba a
través de diferentes etapas hasta una situación final de madurez que denominó
“clímax”. La idea constituye la base de un influyente concepto ecológico
denominado sucesión que aparece en
todos los libros de ecología y que aún hoy sigue generando un inacabado debate,
lo que demuestra a la vez su fecundidad y su imprecisión. Muchos años después
de la propuesta pionera de Clements, el ecólogo español Ramón Margalef
utilizaría una perspectiva cibernética y sistémica para explicar el fenómeno
sucesional, definiéndolo como “un proceso
de autoorganización que ocurre en cualquier sistema cibernético que tenga las
propiedades de un ecosistema”.[4]
La
ecología dinámica, como denominó
Clements su propuesta, es parte de una forma de percepción holística y
organicista de la ecología. Clements la presentó en 1916 en una obra titulada “La sucesión en plantas: un análisis del
desarrollo de la vegetación”, donde podemos leer: “En consecuencia, se piensa que el temprano concepto de formación como
un complejo organismo con un desarrollo característico y una estructura en
armonía no está solo totalmente justificado, sino que también representa el
único punto de vista completo y adecuado de la vegetación”.[5]
Es
en este contexto donde aparecieron los artículos comentados de Phillips. Al no
haber consultado a Tansley sobre la pertinencia de incluir su nombre del lado
de Clements y Smuts, el joven biólogo no se percata de la incomodidad que
representaba dicha compañía para el botánico inglés que, aunque continuaba
carteándose con Clements, hacía tiempo que disentía de sus ideas científicas y
particularmente de su visión de las comunidades vegetales como superorganismos.
Para colmo, el artículo de Phillips venía encabezado por un título que terminó
por exasperar a Tansley: “Sucesión, desarrollo,
clímax y el organismo complejo: un análisis de conceptos”. En el interior
se leían afirmaciones del tipo: “Las
comunidades no son meras sumas de organismos individuales, sino conjuntos
integrados con propiedades emergentes particulares”, precisamente uno de
los argumentos de Clements que más molestaba a Tansley.
¿Que
llevó a Phillips a unir el nombre de Tansley a las ideas de un Clements cuya
orientación filosófica podía identificarse con los enfoques holistas que había
bautizado Smuts? Lo más probable es que solo se tratase de un intento ingenuo
de añadir el prestigio de Tansley a la ecología vegetal de Clements que
entusiasmaba al joven sudafricano. En todo caso, fue un error. Filosóficamente,
Tansley era un materialista de ideas marxistas que buscaba prestigiar la
naciente ecología con su acercamiento a las ciencias físicas y, más en
concreto, a la termodinámica. Sus antecedentes en apoyo al psicoanálisis y las
críticas que encontró sobre la respetabilidad científica de la nueva psicología
freudiana tal vez influyeron en su actitud, como opinan algunos, pero en todo
caso las referencias de Clements a una ecología de superorganismos o el uso del
término “organismos complejos” e incluso de “comunidad biótica” de las que
habla Phillipps se le antojaban posturas organicistas y confusas, alejadas del
materialismo físico que consideraba respetable. Curiosamente, el holismo de
Smuts sale algo mejor parado de la crítica de Tansley, aunque más en un sentido
filosófico que científico: “Considero que la doctrina de la "evolución
emergente", expresada de una manera particular, es perfectamente sólida, y
creo que algunas de las ideas contenidas en el holismo de Smuts, aunque no
todas, son aceptables y útiles. Pero en el plano científico, a
diferencia del plano filosófico, creo que se está haciendo mucho alboroto por
muy poco.” [6]
La
respuesta de Tansley fue fulminante y adoptó la forma del artículo mencionado,
cuyo título no ofrece dudas: “El uso y
abuso de los términos y conceptos sobre la vegetación”. Es en él donde
aparece por primera vez la voz “ecosistema”
en la literatura científica, y lo hace empleando un vocablo (sistema) que
Tansley contrapone a los de “organismo
complejo” y “comunidad biótica”
que utilizaban Clements y Phillips. Con su artículo, Tansley da una bofetada a
su antiguo amigo Clements, pero lo hace en la cara del joven Phillips. A la
vez, nace un término que resultará clave en la ecología moderna.
Ecosistema
era un término ausente en la primera ecología a la que Ernst Haeckel había dado
nombre en 1869 fusionando dos palabras griegas: logos, que significa “estudio”, y oikos, que se refiere a “la comunidad” o “la casa”.
Etimológicamente, la ecología se definía así como el estudio de la comunidad o
de la casa. El naturalista prusiano entendía la ecología como una ciencia
dedicada a estudiar las relaciones entre los seres vivos y su ambiente o
entorno, pero en 1935, al identificar Tansley el ecosistema como el objeto de
estudio de una ecología que “incluye no
solo el organismo complejo, sino el complejo entero de factores físicos que
podemos denominar el ambiente”, surge una nueva manera de entender esa
ciencia. Tansley une lo biótico y lo abiótico en su ecosistema, conceptos que,
años después, los manuales de ecología recogerán como biocenosis y biotopo. Para
él, uno de los errores mayores de la propuesta de Clements-Phillips estriba en
la contemplación de las comunidades bióticas sin integrar los elementos no
vivos: “Pero la concepción más fundamental es, según me parece, el sistema
completo. (en el sentido de la física), incluyendo no sólo el
organismo-complejo, sino también todo el complejo de factores físicos que
forman lo que llamamos el entorno del bioma, los factores del hábitat en el
sentido más amplio”. Tansley defiende una concepción de sistema físico que
une seres vivos y entorno: “Son los sistemas así formados los que, desde el
punto de vista del ecologista, son las unidades básicas de la naturaleza sobre
la faz de la tierra”. Sin los factores no bióticos no hay sistema. Con
ellos, se constituyen los sistemas ecológicos, es decir, los ecosistemas, que “forman
una categoría de los numerosos sistemas físicos del universo, que van desde el
universo como un todo hasta el átomo”.
El
ecosistema de Tansley se impuso al superorganismo de Clements, más
filosófico y organicista, y que implicaba una confusión terminológica excesiva
para la sensibilidad científica del inglés.
Tansley
no volvió a ocuparse del concepto que bautizó, salvo por una leve referencia
que hace cuatro años después de la propuesta inicial, donde califica el
ecosistema como “una entidad reconocible
autocontenida”[7]. Su
concepción original del ecosistema, marcadamente fisicista, se desarrollará
bajo la influencia de los enfoques ligados a la teoría de sistemas, que surgirá
pronto. La ecología adoptó así el ecosistema como centro de sus preocupaciones,
dotándolo de un enfoque holista entendido como visión global en la que el todo
es más que la suma de las artes, aunque sin excluir las posibles aportaciones
procedentes del reduccionismo, pero sin limitarse ni centrarse en ellas. Al
menos es lo que opina Frank B. Golley, ecólogo de la Universidad de Georgia y
durante un tiempo presidente de la Sociedad Ecológica de América: “Por lo general, el holista científico no
niega el valor del reduccionismo, y acepta que es necesario comprender las
partes y cómo actúan, pero agrega que también es esencial comprender las reglas
que se utilizan para ensamblar las partes para hacer un objeto”[8].
Debido
a su objeto de estudio, que bascula entre atender al organismo en su relación
con el entorno, centrándose en la comunidad de organismos o en el ecosistema
como síntesis de organismo y ambiente, la ecología se debatirá entre posiciones
más escoradas al reduccionismo o al holismo[9],
algo que ya advertía en 1985 Robert McIntosh, ecólogo de la Universidad de
Notre Dame en Indiana[10]. Para él,
la línea más reduccionista es la representada por los modelos matemáticos de
poblaciones basados en las ecuaciones de Lotka y Volterra, que consiguieron
formalizar la relación entre un predador y su presa previendo su dinámica en el
tiempo, pero que, al igual que ocurre con el problema de los tres cuerpos que
giran, no pueden ser aplicados a sistemas con más intervinientes, evidenciando
así las limitaciones del reduccionismo. A pesar de ello, muchos avances en la
ecología son debidos a este tipo de trabajos en los que han destacado ecólogos
tan relevantes como George E. Hutchinson o Robert MacArthur.
La
ecología de enfoque más holístico (o, mejor, sistémico) se afianzó
académicamente en los años cincuenta a partir del influyente manual del
profesor de la Universidad de Georgia Eugene P. Odum[11].
Es una ecología definida como ciencia de los ecosistemas que concentra su
interés en desentrañar la estructura y la dinámica de aquellos que, como su
nombre sugiere, se identifican como sistemas ecológicos y, por tanto, quedan relacionados
con las aproximaciones sistémicas que
encontraron su configuración inicial en la teoría general de sistemas formulada
por Ludwig von Bertalanffy en los años previos a la Segunda Guerra Mundial (aunque
tuvo que esperar hasta 1968 para presentarla por escrito[12]).
Desde entonces, muchos tratados de esta ciencia diferencian entre una autoecología entendida como la ecología
de las especies o de los individuos, que se preocupa particularmente por las
características del medio externo y por cómo responden los individuos al mismo
(una noción más cercana a la idea inicial de Haeckel), y una sinecología o biología de los
ecosistemas, que enfoca su interés en el conjunto y particularmente en las
redes de interacciones establecidas por los organismos entre sí y con respecto
a las variables del medio en que habitan. Como se puede adivinar, la primera
presenta los perfiles más reduccionistas y la segunda, los más sistémicos.
Ramón
Margalef, que se inscribía con más comodidad en la ecología de los sistemas de
Odum, inició su monumental tratado sobre la ciencia ecológica con una parte
dedicada a la autoecología, pero sin considerarla una ecología en sentido
estricto, o al menos sin formar parte de su núcleo central[13].
Aunque Margalef no se mostraba especialmente entusiasmado con la teoría general
de sistemas de Bertalanffy, reconocía que la conexión de la ecología con dicha
teoría había sido una de las razones del éxito obtenido por el concepto de
ecosistema[14]. En 1966,
cuando imparte sus influyentes conferencias en la Universidad de Chicago[15], Margalef
se siente especialmente atraído por la cibernética y la teoría de la información,
a las que convierte en ejes centrales de su destacada aportación a la teoría
ecológica, resumiéndolo en una sencilla frase: “Creo que los ecosistemas han de considerarse como sistemas cibernéticos”.
La
ecología decidió volcarse especialmente en la búsqueda de una percepción
globalizadora de la naturaleza en la que los ecólogos se dedican preferentemente
a perseguir relaciones, interacciones y conexiones que sean capaces de explicar
estructuras y dinámicas complejas. Una pretensión indispensable para entender
el planeta en el que vivimos, pero también para pretender gestionarlo. Algo que
debería interesar a los economistas y los políticos[16].
[1]
Tansley, A.G. (1920). The new psychology and its relation to life. Allen
& Unwin. London.
[2]
Dagg, J.L. 2007. Arthur G. Tansley’s ‘New Psychology’ and its relation to
ecology. Web Ecology 7: 27-34.
[3]
Willis A. J. 1997. The ecosystem: an evolving concept viewed historically. Functional Ecology 11.2: 268-271.
[4]
Margalef, R. 1968. Perspectives in
Ecological Theory. University of Chicago Press. Chicago. (Hay traducción: Perspectivas en la teoría ecológica.
Blume. 1978)
[5]
Clements, F.E. 1916. Plant Sucession: An
Analysis of the Development of Vegetation. Carnegie Institution of
Washington, Publ. nº 242.
[6] Tansley, A.G. 1935. The use and abuse
of vegetational concepts and terms. Ecology
16.3: 284-307.
[7] Tansley, A.G. 1939. The British Islands and their Vegetation.
Cambridge University Press. Cambridge. UK.
[8] Golley, F.J. 1993. A History of the
Ecosystem Concept in Ecology. More Than the Sum of the Parts. Yale
University Press. New Haven.
[9] Simbertloff, D. 1980. A Succession of
Paradigms in Ecology: Essentialism to Materialism and Probabilism. Synthese 43: 3-39.
[10] McIntosh, R.P. 1985. The Background of Ecology. Concept and
Theory. Cambridge University Press. Cambridge. UK.
[11] Odum, E.P. 1953. Fundamentals of Ecology. Saunders. Philadelphia.
[12] Bertalanffy, L. von. 1968. General Systems Theory. Foundations,
Development, Applications. George Braziller. New York. (Hay traducción: Teoría general de los sistemas. Fondo de
Cultura Económica. México. 1976)
[13] Margalef, R. 1980. Ecología. Omega.
Barcelona.
[14] Margalef, R. 1991. Teoría de los sistemas ecológicos. Universitat de Barcelona.
Barcelona.
[15] Margalef, R. 1968. Perspectives in Ecological Theory. University of Chicago Press.
Chicago. (Hay traducción: Perspectivas en
la teoría ecológica. Blume. 1978)
[16] Pascual
Trillo, J.A. 2000. El teatro de la ciencia y el drama ambiental. Una
aproximación a las ciencias ambientales. Miraguano. Madrid.